En una galaxia muy muy lejana, dos meses antes de la invasión de Naboo por la Federación de Comercio, un pequeño grupo de personas experimentaban sus primeros pasos en la línea de un camino heroico, imperceptibles todavía para los grandes poderes de la galaxia.
Estos individuos eran: Bii Khun y Ern Est O’, rastreadores de las fuerzas de defensa de Coruscant, Manfred, soldado de Coruscant, Han Shot First, contrabandista afincado en los bajos fondos, y Winter Antilles, padawan de la Orden de los Jedi. Nadie podía esperar, aquella mañana tan tranquila, como sus destinos estaban tejidos en el mismo tapiz.
Transcurría un día como cualquier otro en los cuarteles de Coruscant, ejercicios matutinos al toque de diana. Al frente de una de las escuadras, caminaba el sargento John con paso firme, su rostro humano, inexpresivo pero curtido por los años de experiencia, no dejaba lugar a ninguna desviación de sus reclutas. Bii Khun, un joven kel dor de piel cobriza, caminaba junto a Ern Est O’, un pálido arkaniano, con su característico pelo blanco. En el medio de la formación, avanzaba Manfred, un humanoide de pelo azul y ojos rojos, un chiss, que junto a otro que también formaba parte de la escuadra, Tartaglia. Eran dos anomalías alienígenas provenientes de un sistema poco conocido en el corazón de la República.
Todo permaneció tranquilo hasta la hora de comer, hasta que estos dos últimos individuos entraron en una rencilla de insultos cruzados a sus respectivas familias, que comenzaron con las provocaciones de Tartaglia de la familia de los Corleone. Este enfrentamiento acabó con Tartaglia en el suelo y posteriormente con los dos chiss en el despacho del sargento John. Tras la reprimenda, fueron obligados a participar conjuntamente en toda acción o maniobra militar.
Al final de la tarde el sargento John indicó a su escuadra una nueva asignación, presentarse en un hangar sin uniforme militar y de incógnitos en un hangar de los bajos fondos al día siguiente. Ni una palabra más salió de la boca de John.
Mientras tanto, ese día, Winter seguía formándose en las artes Jedi en el templo. Su maestro, Ricard, lo llevo a practicar el combate con el sable de luz junto a otro aprendiz, también bajo la supervisión de su respectivo maestro. Después del entrenamiento, Ricard le planteó una nueva tarea al aprendiz, una tarea que este llevaría parcialmente en solitario. Ambos se presentaron ante el Consejo Jedi, y allí le explicaron que debía escoltar al senador Goodspeed al planeta Ord Mantell, ya que se sabía que estaban intentando asesinarlo. Tendría que asumir el viaje en solitario, con una escolta de soldados de Coruscant que lo ayudarían si durante el viaje había cualquier problema. Cuando llegase a las coordenadas de Ord Mantell se reuniría con Ricard para concluir la operación. Para ello le proporcionarían una nave en la que no llamase la atención. Allí también encontraría al senador.
En los bajos fondos, entre robos, estafas y asesinatos, se encontraba Han, jugando a las cartas en la taberna, como era habitual en él. Hacia tiempo para que Kaidan Alenko, su compañero y capitán de la nave que un señor del crimen local les había “cedido”, a cambio de los servicios evidentes, llegase con nueva información sobre un nuevo cargamento. Después de que la suerte le hubiese jugado una mala pasada en la mesa de juegos, apareció Kaidan Alenko. Caminaron hasta la nave para charlar sobre el asunto en cuestión fuera de oídos curiosos. 1000 créditos para cada uno estaban en juego, una jugosa recompensa que no podían obviar. Todo ello por el transporte de una mercancía poco usual, pasajeros. Han insistió en indagar sobre los pasajeros, pero Alenko explicó que nada sabía de ellos, que como siempre, el contacto había sido a través de un intermediario, pero que probablemente podría ser algún tipo de criminal en busca y captura que buscaba abandonar el planeta.
Continuará...
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Senador Goodspeed |
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Kaidan Alenko, contrabandista de los bajos fondos |
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